lunes, 24 de noviembre de 2008

La obediencia

Cada cristiano tiene la responsabilidad de averiguar cuál es la voluntad de Dios para él y hacerla.

Antecedentes

Con frecuencia nos resulta más fácil hacer algo diferente a la voluntad del Señor, desviándonos así de lo esencial y substituyéndolo con una actividad frenética. Sin embargo, “el obedecer es mejor que el sacrificio” (1 Samuel 15.22). “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra”, dijo Jesús (Juan 4.34).

Billy Graham dijo: “Solo mediante una vida de obediencia a la voz del Espíritu, el negarse diariamente uno mismo, la consagración total a Cristo y la comunión constante con el Señor, podemos llevar una vida piadosa y llena de influencia en el mundo pecador que nos rodea”.

El primer paso hacia la obediencia es comprometernos a obedecer a Dios. Josué dijo: “Ahora, pues, temed a Jehová, y servidle con integridad…pero yo y mi casa, serviremos a Jehová” (Josué 24.14-15). Una decisión consciente de obedecer lleva al sometimiento, al principio de la obediencia. “Os ruego que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo…a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12.1).

La segunda etapa es la disciplina, porque la obediencia es progresiva y conduce al crecimiento, al vivir bajo la luz que hemos recibido. Se trata de un proceso de aprendizaje. Jesús “por lo que padeció aprendió la obediencia” (Hebreos 5.8).

Conforme maduramos en Cristo y el conocimiento de Su palabra, Dios espera de nosotros una obediencia cada vez más profunda. Al entender las nuevas exigencias, debemos responder de modo inmediato e irrevocable, con el fin de que el Señor pueda revelarnos niveles todavía más profundos de Su voluntad para nuestra vida. Quiere que estemos siempre “llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo” (2 Corintios 10.5).

Estrategia de asesoramiento

1. Una persona que hace preguntas sobre la voluntad de Dios para su vida y la obediencia a la voluntad del Señor es un cristiano que madura y está interesado en andar más estrechamente con Dios. Felicítenle por su deseo y asegúrenle que Dios está dispuesto a hacerle llegar tan lejos como lo permita su disposición para obedecer al Señor en todo.

2. Dediquen tiempo a escuchar sus preocupaciones y deseos. Quizá sea útil que se refieran a alguno de los aspectos que se desarrollan en los antecedentes, con el fin de darle más ánimos y una buena guía.

3. Inviten a su interlocutor a que se arrepienta de cualquier desobediencia o titubeo. Sólo podemos aspirar a una consagración más profunda si confesamos todos nuestros pecados conocidos.

4. Anímenle a que profundice en la Biblia. No hay atajos en la vida de obediencia. Nuestra mente debe estar siempre dispuesta a descubrir la voluntad del Señor. El seguir la disciplina progresiva que se revela mediante la palabra de Dios llevará aparejado el vivir en obediencia al Señor. Debemos tener “hambre y sed de justicia” (Mateo 5.6).

5. Oren con esa persona para que se realice su deseo de obedecer a Dios.

6. Anímenle para que cultive la comunión con cristianos espirituales, en una iglesia en la que se enseñe la Biblia y donde podrá aprender más sobre la voluntad y los caminos de Dios.

Citas bíblicas
“Si me amáis, guardad mis mandamientos…El que tiene mis mandamientos y los guarda, ese es el que me ama; y el que me ama, será amado por mi Padre, y yo le amaré y me manifestaré a él” (Juan 14.15-21).

“Pero el que guarda su palabra, en éste verdaderamente el amor de Dios se ha perfeccionado; por esto sabemos que estamos en él” (1 Juan 2.5).

“Y Samuel dijo: ¿Se complace Jehová tanto en los holocaustos y víctimas, como en que se obedezca a las palabras de Jehová? Ciertamente el obedecer es mejor que los sacrificios, y el prestar atención que la grosura de los carneros”. (1 Samuel 15.22).

“He aquí yo pongo hoy delante de vosotros la bendición y la maldición: la bendición, si oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios, que yo os prescribo hoy, y la maldición, si no oyereis los mandamientos de Jehová vuestro Dios y os apartareis del camino que yo os ordeno hoy, para ir en pos de dioses ajenos que no habéis conocido” (Deuteronomio 11.26-28).

“¿Por qué me llamáis Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6.46)

1 Pedro 2.13-16

Tomado del libro: Manual para obreros cristianos
Editorial: Unilit

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